Está allí, en la esquina de mi habitación. Y con la avidez de un
hambriento, sabiamente controlado, devora todas las horas que yo le propongo.
Está allí y espera, ahusando su áspero y seco hilo arenado que cruza de
un bulbo a otro, con ritmo constante.
Está, y parece indiferente; sin embargo es un tiempo granulado que
resbala hacia el pasado. Es un testigo callado del constante fluir de la
existencia. Es un monje orante que mide la distancia entre el nacimiento y la
muerte. Es un alerta sobre la fugacidad de la vida.
Es el reloj de arena, y cada vez que lo obligo a someterse a la fuerza
de gravedad, presiento que mi tiempo
madura sin remedio.
6 comentarios:
¡Vaya tarea la del reloj! Medir la vida. Depende de nosotros estar atentos a su voz: para preocuparnos por su paso o para ocuparnos en aprovecharlo mejor. Esta reflexión me propone tu testigo, Gloria. Gracias.
Si bien el presente se hace pasado a cada rato y tus presentimientos no te engañan, debemos tener en claro que no pasa el tiempo sino pasamos nosotros por el tiempo. Continuemos haciendo de la caminata un hermoso paseo.
Un beso, Gloria. Otoño.
Siempre quise una explicación científica de la definición de tiempo. Dicen que en el espacio no existe... Entonces deduzco que hay agujeros sin tiempo donde se vivirá un presente eterno... ¿o no? Excelente relato. Me gustó mucho.
Ana, mientras el reloj mide la vida, tratemos de ser felices.
Un abrazo.
Primavera, me gustó mucho esto de hacer un hermoso paseo, creo que de eso se trata.
Un abrazo.
Rolando, Interesante tu definición del presente eterno, sólo espero no darme cuenta para que no me ataque la claustrofobia.
Gracias y un abrazo.
Que tu tiempo camine hacia el futuro y deje el pasado atrás.
Qué bueno, yo no tengo un reloj de arena, jaja.
Besito y buena semana!
Ese es el problema que presenta unr eloj de arena, no es circular. No bstante sirve para el bonito juego cadencioso de tu palabra.
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