La brisa de otoño comienza a soplar hacia mi interior
La vida es una serie de habitaciones y en cada una de ellas debemos usar distintas máscaras y disfraces.
Estamos tan acostumbrados a cambiarnos o actuar en consecuencia, que nos parece normal adoptar cada día la imagen acorde a nuestras acciones hasta que se transforma en un hábito.
Hay máscaras que nos hacen sentir más cómodos, hay otras que nos ahogan, nos asfixian, y aún otras que nos dejan demasiado expuestos.
Así, simplemente, saltamos de una a otra siguiendo la rutina del tiempo.
Desde niños, en casa somos tímidos y discretos y con nuestros amigos explotamos toda la energía reprimida o al revés; cuando llegamos a jóvenes cubrimos nuestra inexperiencia con gestos, palabras y acciones de personas superadas, y ya adultos adoptamos rostros relajados aunque la angustia, la frustración y la impotencia atenacen el alma.
Hoy me he mirado al espejo y me he preguntado ¿quién soy?; lo que veo reflejado ¿es una máscara de mí? Esa es la pena, llega un momento en que la auténtica imagen se diluye ante la diversidad de máscaras que usamos.
3 comentarios:
No sólo nos has regalado una buena reflexión sino también la duda: ¿Quiénes somos? ¿?
Lo que sí sabemos es que somos visitantes de tu blog y disfrutamos por ello... (guiño)
Un abrazo.
Se dice que la única misión que traemos a esta vida, es conocernos. Por lo tanto, si contribuyo en algo, quedo agradecida y más aún a mis asiduos visitantes como vos.
Un enorme abrazo.
Gracias Rolando, por lo menos los "jubilados" podemos mantener la sonrisa siempre que no pensemos en los años que cargamos.
Un beso.
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