Son luciérnagas mágicas ocultas en un cofre con débil cerradura que, ante una melodía cómplice o un aroma sutil, escapan de su letargo encendidas cual estrellas que a pesar de haber muerto, aún nos ofrecen su brillo; y ellas, las luciérnagas, acuden a la memoria de su dueño, presurosas, prodigando destellos de horas resucitadas y enredando en su vuelo imágenes y emociones; retazos recuperados desde el umbral del alma por la alquimia de una imagen, una textura, un gesto o la palabra única, capaz de milagros; hilos dorados que enredan el corazón y se deshacen presurosos ante el sabor de lo vivido en horas diferentes, con estados de ánimo especiales; horas que atrapan imágenes fugaces, horas que aprisionan emociones profundas, horas grabadas en marfil y oro, horas cautivas, pero ya pasadas.
"Luciérnagas encendidas que acuden presurosas enredando retazos dorados de horas pasadas".
2 comentarios:
Gloria... Esta descripción tuya del recuerdo es tan linda que da gusto recordar. La recordaré con cariño.
Los buenos recuerdos siempre abrigan el alma.
Cariños.
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