sábado, 24 de octubre de 2009

Te abrazo, me abrazo


Silvia camina por el sendero hacia la puerta de su casa. El sol acaricia su espalda con la fuerza de un amante  posesivo y sensual.
Al intentar entrar, Silvia ve que ella se yergue delante y le habla:
-         Espera ¿me reconoces?
Silvia sin poder articular palabra, asiente.
-         ¿Alguna vez me dirigiste la palabra?
-         No
-         ¿Te fijaste en mí?
-         A veces
-         ¿Sabes que sin ti no existo?
Silvia deja caer los brazos impotente.
Ella erguida contra el portal, la increpa:
-         ¿Por qué finges ignorarme si te persigo por todos lados? Discreta y diligente  sigo tus pasos, conozco tus más íntimos secretos y como una broma del destino, me agobio si sientes pesadumbre, giro y danzo cuando estás de buen ánimo y hasta me enojo y gesticulo enojada cuando te invaden las contradicciones.
En Silvia mora el asombro. Sus ojos amenazan con abandonar las órbitas y las pestañas aún más arqueadas por el esfuerzo, se niegan a parpadear.
Ella continúa:
-         ¿Recuerdas cuando decidiste escalar el Aconcagua? El sol de frente, la cumbre inalcanzable, gotas gordas y  saladas surcaban tus sienes, tú con sabor a fracaso y yo, con amor, a ras de las rocas, allí, acompañando el proceso.
-         ¿Y cuando cruzabas la Avenida del Imperio, en Roma, casi sin mirar? era  un mediodía muy luminoso, yo caminaba a tu lado y saltamos juntas hacia atrás, cuando un autobús por poco nos arrolla.
-         Puedo  decirte más a favor de mi amor por  ti, pues cuando Omar, esa pareja que aún roba tu sueño, se fue sin despedirse, yo encogida a tus pies sollozaba tu pena. Hemos pasado por mil aventuras, por infinitas emociones y sin embargo en ti sobra el desvalor.  Mi estrella es muy pálida y triste, no mereces mi devoción. He decidido dejarte, vagar sola por pueblos o ciudades pidiendo amparo o mendigando compañía. Me voy.
Silvia al fin puede parpadear y como si retornara de un extraño sortilegio, apenas grita:
-         No, no puedes irte, si tú lo haces, yo me desintegraría en el aire, ya no existiría, Es mas, dejaría de ser yo.
Y diciendo esto, Silvia alarga sus manos para tomar las de ella que a su vez extiende las suyas. Silvia, con un ramo cristalino de gemas húmedas en cada pupila, se acerca aún más y abraza su sombra (que es como abrazar su integridad) mientras el sol sigue lujurioso, acariciando su espalda. 

10 comentarios:

SHELAILA dijo...

Que lindo escribís,se nota q naciste para esto,no estas en la orilla mirando como dice tu perfil, estas en la trama bendita del universo,y no se te escapa nada.un placer encontrarte.

estoy_viva dijo...

Que bonita forma de escribir, maravillosa historia muy bien contada. Felicidades
Con cariño
Mari

Soledad Arrieta dijo...

Precioso relato!
Un gusto pasar por aquí.
Cariños!

Gloria dijo...

Silvya: El aliento de tus palabras me anima a continuar.
Gracias por tu visita.

Gloria dijo...

Querida Mari: Un placer que leas mis escritos.
Un abrazo

Gloria dijo...

Gracias Sol por tu visita.
Un cariño

Anónimo dijo...

Precioso relato. Me ha encantado. Da gusto leer cosas tan bellas.

Jose Ramon Santana Vazquez dijo...

... ...traigo
sangre
de
la
tarde
herida
en
la
mano
y
una
vela
de
mi
corazon
para
invitarte
y
darte
este
alma
que
viene
para
compartir
contigo
tu
bello
blog
con
un
ramillete
de
oro
y
claveles
dentro...


desde mis
HORAS ROTAS
Y AULA DE PAZ


TE SIGO TU BLOG




CON saludos de la luna al
reflejarse en el mar de la
poesia ...


AFECTUOSAMENTE
BRISAS DE OTOÑO




jose
ramon...

Ana María dijo...

Si tus obras reciben tan bonitos elogios es porque en verdad son muy buenas. Este cuento lo confirma. Felicitaciones por ellas y por este blog que crece para bien del espíritu.
Cariños

Gloria dijo...

Angus: Gracias por el estímulo de tus palabras.

José Ramón: Acepto esta invitación literaria y te agradezco tu visita.

Querida Ana: Gracias por alimentar mi autoestima y por seguir los destinos de este blog