martes, 24 de agosto de 2010

¿Qué será?


La brisa de otoño se alza en una espiral de incertidumbres.





Imagen extraña. Fotografié las flores
y apareció también mi brazo.
¿Qué será lo que busco…


En el instante infinito?
¿Qué vivencias…?
¿Qué mensajes…?
¿Qué emociones…?

¿Qué será lo que busco…
En este jirón de vida?
¿Qué experiencias…?
¿Qué sensaciones…?
¿Qué sabores…?

¿Qué será lo que aprenda
En esta aula de la vida?
¿Será tan sólo leyenda…?
¿Será la vida una brizna…?
¿Será lo que yo decida?

martes, 17 de agosto de 2010

Extraño amor

Una brisa enamorada  se diluye en volutas azules.


Él llega puntual como todos los días después del trabajo.
Escucho cómo gira la llave en la cerradura, el suave quejido de la puerta al abrir y cerrar, y luego de colgar su abrigo y bufanda en el perchero, lo  veo sentarse en su sillón preferido, a mi lado.
Sus rasgos severos que yo tanto amo, se distienden y por fin, su mirada caramelo, se posa en mí.
Siento un cálido cosquilleo de regocijo cuando él estira sus manos, me alcanza y sus dedos me recorren lujuriosos, dispuestos al placer.
Me acerca a él despacio, prolongando el momento del encuentro. Yo  aguardo ansiosa desesperando por rozar sus labios.
Con la calma del experto enardecido me enciende y ardo y me consumo y mi cuerpo se acalora acechando su boca.
Él espera y yo desespero. Cuando el deseo nos consume, me eleva hasta él y… con fruición aspira.
Y el humo azul de esta pipa enamorada, danza en éxtasis por la habitación.

lunes, 9 de agosto de 2010

El testigo

La brisa libera  sensaciones y fluye en ráfagas sutiles.




Está allí, quieto y a la vez activo.
Está allí, en la esquina de mi habitación. Y con la avidez de un hambriento, sabiamente controlado, devora todas las horas que yo le propongo.
Está allí y espera, ahusando su áspero y seco hilo arenado que cruza de un bulbo a otro, con ritmo constante.
Está, y parece indiferente; sin embargo es un tiempo granulado que resbala hacia el pasado. Es un testigo callado del constante fluir de la existencia. Es un monje orante que mide la distancia entre el nacimiento y la muerte. Es un alerta sobre la fugacidad de la vida.
Es el reloj de arena, y cada vez que lo obligo a someterse a la fuerza de gravedad, presiento que  mi tiempo madura sin remedio.