lunes, 30 de noviembre de 2009

Frases para recordar


“La verdadera filosofía es reaprender a ver el mundo.”
                               (Marleau-Ponty)
“No se puede enseñar nada a un hombre; sólo se le puede ayudar a encontrar la respuesta dentro de sí mismo.”
                              (Galileo Galilei)
“Para qué repetir los errores antiguos habiendo tantos errores nuevos que cometer?”
                              (Bertrand Russel)
“Ámame cuando menos lo merezca, ya que es cuando más lo necesito”
                              (Proverbio chino)
“La suerte es una amante que debe ser conquistada; ella no se entrega a los indecisos.”

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Voces




Voces. . .
Sonidos  graves que delatan urgencias
Sonidos punzantes que transpiran dolor
Sonidos cálidos que rezuman vivencias

Voces. . .
Hilos endebles que conectan carencias
Hilos flamígeros que vislumbran enojos
Hilos reflexivos que acechan el perdón

Voces. . .
Susurros chispeantes que abrigan un cielo
Susurros espinosos que incuban infiernos
Susurros melodiosos que espantan soledades

Voces. . .
Del hombre, de la naturaleza, de la vida.
Escucha todas las voces y sobre todo,
Escucha tu voz interior.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Faro de esperanza




¿Cómo descubro mi rostro. . .
Si el espejo se ha trizado?
¿Cómo enhebro ilusiones. . .
Si el reloj de arena ha expirado?
Un faro enciende un mágico destello
La bruma  perturba y sólo se presiente
Camino a tientas sobre ásperos riscos
Avanzo, desciendo, asciendo y descanso.
Tal vez el resplandor aumente
Tal vez la luz se ahogue en la niebla
Tal vez el fulgor me ciegue.
Camino atenta sobre arena tibia
Avanzo, confío y descalza danzo.
Elevo los brazos, aferro esperanzas
Con hebras doradas mis sueños atrapo
La red me protege del temor primario.
El reloj de arena inicia su cuenta
El espejo de agua, mi rostro devuelve
Y el faro centellea con luces vibrantes.

martes, 17 de noviembre de 2009

Memorias de un broche brillante




Recuerdo que descansaba muy cómodo en mi escaparte cristalino mientras miraba un atardecer rojizo, dispuesto a incendiar el cielo, cuando las manos de Renzo, dueño de Cornery, la joyería más prestigiosa de Buenos Aire, me tomó y depositó en  un cofre de terciopelo verde, suave, mullido, elegante y muy distinguido. Al cerrarse me dormí en espera  de mi nuevo destino, pues sabía por algunas joyas que habían retornado de sus dueños a la joyería, que si te guardaban en un cofre no era para enterrarte como pasa con los humanos cuando mueren, sino para trasladarte adonde alguien se regocijará mostrándote a todo el mundo con orgullo. Es el destino de una pieza preciosa y yo me ufano de ser símbolo de belleza y poder, porque estoy confeccionado  en oro y plata con engarces en diamante y mi diseño es muy original.
¡Ay! si pudiera mirarme en el espejo creo que me enamoraría de mí! Pero ese deseo puede estar cerca. ¿Quién me lucirá? Ojalá que no sea una ricachona vieja y regordeta porque mi esplendor se opacará y pocos ojos querrán admirarme.
Realicé un viaje movido en un bolsillo amplio desde donde escuchaba los cascos de los caballos que tiraban el  carruaje. Esperé en la oscuridad de celda lujosa y hasta perfumada. Sentí que subíamos unos escalones y oí quejarse a los cerrojos de una gran puerta que le permitió el paso.
Cuando por fin pude ver la luz,  unas delicadas manos me acunaron y me acercaron a su rostro, joven, grácil, casi angelical. No podía creer mi extraordinaria suerte, mi dueña era Felicitas Guerrero.  ¡Quién no la conocía! Era la hija de don Carlos Guerrero  cuya historia se contaba en cada esquina del Buenos Aires  de 1860. La pobre niña debió casarse a los 16 años con Martín de Álzaga, treinta y cinco años mayor, por decisión de su insensato padre. Su esposo vivió diez años con ella, y aunque tuvieron dos hijos, ninguno vivió; y la ventaja es que ella quedó viuda a los 26 años y dueña de una deslumbrante  belleza y una cuantiosa fortuna.
Y parece que yo soy su amuleto de buena suerte porque se muestra muy agradecida con el joven que me compró como regalo. El joven es Samuel Saenz Valiente que, según dijo, esperaba que me luciera en la fiesta de compromiso que se realizaría esa misma noche.
¡Qué feliz estaba mi dueña! ¡Y qué maravilloso vestido color salmón con esa larga cola que se deslizaba por las escaleras con un susurro suave de sedas y encajes.
Como es de imaginar, en su pecho brillaba yo, radiante, liberando iridiscencia y distinción.
Aún era temprano para la fiesta y mientras paseábamos  por los jardines de la quinta La Noria, avisan a Felicitas que Enrique Ocampo la esperaba en la sala. Presentí que no le agradó el mensaje pues salté sobre su pecho empujado por la aceleración de sus latidos.
Y no era para menos, Ocampo era su antiguo amor que había vuelto hacía unos días de París trayéndole de regalo el vestido de novia que ella había rechazado. No obstante, Felicitas fue al encuentro de Ocampo y también, al encuentro de su destino. Ocampo ofuscado ofreció matarla y le dio a elegir entre el estoque y el revólver. Felicitas puso sus manos en el pecho, por lo tanto, no alcancé  a ver qué ocurrió pero escuché un estampido y vi brotar sangre de su hombro derecho; ella aún intentó escapar y al dar la vuelta se enreda  la cola de su vestido, cae de bruces, ahí siento que otro tiro se incrusta en su columna vertebral y luego, un último disparo.
Luego llegó familia, novio, invitados, médicos. Felicitas agonizó varias horas y falleció el 30 de enero de 1872.
Desde mi cofre al que volví después de la tragedia, escuché que también había muerto Enrique Ocampo aunque no sé si fue suicidio o forcejeo con  familiares que llegaron en auxilio.
Lo cierto es que, desde entonces descanso en esta vitrina junto a otros objetos usados por mi dueña, para que aquellos que visiten la Iglesia Santa Felicitas  conozcan un retazo más de su triste destino y tenga una pálida idea de mi aburrimiento, a pesar de ser una joya con historia.
(Relato basado en un hecho real)

sábado, 14 de noviembre de 2009

Soy




Estoy sola aquí, la música suena.                                
Estoy anciana allí, espero sin embargo.
El yo se escapa, no quiere condena,
Persiste adormilado en su letargo.

¿Hay luz o sombra? Penumbra serena.
El fruto cortado ¿fue miel o amargo?
Siempre la disyuntiva, cal o arena
Y no puedo evitar hacerme cargo.

Todo late, el corazón se estremece.
La sangre arde, ruge, bulle sonora.
El túnel libera un rayo que crece.

La sombra corre, otro gemido llora.
Soy un ser irrepetible que merece,
Al fin la esencia de mi Dios ahora.


jueves, 12 de noviembre de 2009

La pérdida




¿Piensas? ¿Recuerdas? ¿Te arrepientes? ¿Sufres?
Puede que percibas todas esas emociones, mas lo que es evidente es que lloras.
Tu mano huesuda sobre la frente aprieta ese calvario que quieres detener ahí, sin dejar ningún resquicio para que prolifere y se  acreciente el dolor que generan los recuerdos.
Cierras las ventanas de tus ojos a la luz, a la realidad; niegas el presente, te hastía, por eso, lágrimas de dolor se abaten en las mejillas como racimo de hojas húmedas y mudas.
El ceño fruncido, las mandíbulas contraídas y los labios semiabiertos intentan mantener la relación con la vida que aún  duele, que siempre dolió.
 La cabeza pesa como pesó en estos cuarenta años, por eso la inclinas y la sostienes protegiéndola de la insensatez de dejarla libre sobre sus hombros para que voltee hacia uno y otro lado y aún la busque.
Ella te dejó, ¿Cuándo? ¿Ayer? ¿Hace años? ¿Cuándo? No importa, duele igual.
Ella no tuvo piedad, te abandonó cuando aún eras niño y trasponías la puerta de la escuela; la extrañaste, clamaste su nombre y ni siquiera te respondió su sonrisa. En el baile de egresados del secundario, la invocaste y hasta creíste adivinar su presencia y ella, egoísta, implacable, escondió su figura entre sedas y gasas, entre nardos y jazmines y huyó de ti.
Ella desertó y quedaste solo y aburrido todos estos años de trabajo de oficina donde tus horas se consumieron ocres, densas, tiranas, y hoy que la sigues llamando, añorando, esperando, que luchas por ganar su complacencia, que peleas por recuperar su compañía, la de los primeros años, ella te acecha desde la luz, te observa y se retira. La buscas, la encuentras entre azucenas, magnolias y mariposas danzantes, y ella te esquiva; te acercas sigiloso y la presientes a tu lado en el atardecer ambarino, junto a los trinos sinuosos en la calma de la tarde, y ella, casi sugestiva te acaricia la nuca, te ofrece dulces burbujas de ternura y calidez, pone chispas en tus ojos, acelera tu pecho y desaparece como un relámpago que se esfuma en la creciente oscuridad nocturna.
Ella “la alegría”, no quiere quedarse a compartir el tránsito  de tu vida.

Nota: Imagen de óleo “Cabeza y mano” de Guayasamín

miércoles, 11 de noviembre de 2009



"Cuando Dios te obliga a soltar algo, Él no está castigándote, sino, simplemente está abriendo tus manos para recibir algo mejor"

domingo, 8 de noviembre de 2009

Diccionario literario



Alfombra: Nube de algodón para el pie descalzo.
Ángel: Visión del amor de Dios con alas.
Botella: Prisión estrecha que encarcela y modela los líquidos.
Campana: Melodía de ecos vibrantes.
Cesto: Cuna protectora de los deseos materiales.
Dinero: Genio metálico que promete el paraíso.
Ébano: Brillo nocturno que lustra el jardín.
Eco: Llamado insistente del corazón enamorado.
Estrella: Gemas que el cielo prende en su cabellera de azul terciopelo.
Fuego: Danza luminosa y chispeante de leños.
Fuente: Cascada de cristales  líquidos  y cantarinos.
Galera: Sombrero con levadura de elegante figura.
Guantes: Guardianes celosos que aíslan la caricia.
Helado: Golosina cremosa enamorada del calor que se derrite con su abrazo.
Hotel: Refugio transitorio de trocitos de vidas.
Idioma: Puente que une o aísla a los seres humanos.
Jarrón: Ilusión transitoria  de  aroma y color.
Jilguero: Manojo de trinos que el aire atesora.
Kimono: Vestido sedoso con luz del oriente.
Limón: Flash de acritud ambarina.
Luz: Magia dorada que revela las formas.
Llaga: Boca angustiosa que emite su lamento.
Lluvia: Manto húmedo bordado en cristales.
Mano: Cuenco amoroso de caricias lleno.
Metal: Sentimiento rígido que la roca libera.
Nido: Tierno refugio del eterno amor.
Ñandú: Triste soñador de vuelos majestuosos.
Olla: Ombligo de los sabores y aromas preferidos.
Pan: Bálsamo de amor que el hambre mitiga.
Pared: Límite pétreo entre la libertas y los sueños.
Pétalo: Luciérnaga tenue que vuela al azahar.
Queso: Alimento sabroso con mala prensa (“sos un queso”)
Pincel: Ave juguetona con poderes divinos.
Raíz: Asilo del ayer y protectora del mañana.
Sol: Alquimia de amor iridiscente sobre la tierra.
Taza: gorra sin visera y con una oreja.
Uva: Derroche de crujiente dulzor.
Vaso: Ofrenda líquida y refrescante.
Ying-yang: Una danza circular de opuestos.
Zafiro: Relámpago azul de brillantes destellos.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Imágenes de primavera







Hoy comparto imágenes
de una primavera intensa.
Colores vibrantes,
deleite de soles,
que inundan de vida, 
que espuman amores.

martes, 3 de noviembre de 2009

Mi estrella




Era una de esas noches celestes, con un trocito de luna y un mar de estrellas. Una de ellas, descuidada o exploradora, se desprendió y viajó hacia mí, chispeante y graciosa. Le pregunté: -¿Eres mi estrella, esa que llaman destino? Y si no eres ¿qué debo hacer para encontrarte?
Y con la voz cascada de una luminosa anciana sabia, me respondió:
- “Ya me has encontrado y aún no me reconoces. Cada sonrisa que la niñez te ha regalado, cada ansiedad que la juventud te trajo, cada logro que alcanzaste en la adultez, son  los surcos de mi rostro, son las arterias de mi cuerpo, son los latidos de mi corazón.
Amiga, somos una sola luz, no me busques, no estoy afuera, sino en tu ser y todo lo que te sucede es parte de la senda trazada por mí.
Dirás que a veces me comporto con demasiada severidad llevándote por caminos escarpados, pedregosos, con demasiados obstáculos a vencer,  y sin embargo cuando alcanzas la cumbre, te sientes fortalecida, con mayores defensas y nuevas herramientas para emplear en el futuro. ¿Te has preguntado por qué? Porque era eso, precisamente, lo que necesitabas aprender.
Y también está el tiempo del gozo, del disfrute que tal vez me agradeces; sin embargo lo más importante es el tiempo de la calma.
Mi meta es prepararte para que aprendas a sentirte en armonía, caminando entre espinas, riscos o pasto tierno y flores perfumadas.
Si aún dudas de haberme encontrado, búscame en tu paz interior.”