martes, 9 de junio de 2009

Cuento: "Profundo dolor"


Mariana va a visitar a su amiga Eugenia y la encuentra en su taller de pintura: Un pequeño rincón que mira al jardín de la casa a través de un inmenso ventanal que se colorea con el arco iris ofrecido por plantas y flores ornamentales.

El taller huele a barnices, esmaltes, lacas y disolventes. La paleta aglutina formas y tonalidades antiguas y recientes en un extraño arco iris. Los pinceles y los tubos de colores se turnan en manos de Eugenia hasta lograr el efecto necesario para transmitir el mensaje, el sentido o la emoción que el lienzo mansamente va absorbiendo. Hay bocetos y cuadros pintados en abundancia, colgados, apilados, encimados sobre bancos, mesitas y hasta sobre el único sillón verde que a veces sirve para descansar, tomar el té o simplemente admirar la obra finalizada.

Mariana admira la obra de su amiga y en este momento observa esa obra nueva apoyada en el trípode. “Has logrado un retrato muy hermoso” le dice a Eugenia. “Sí, un poco surrealista…” “Pero este es tu rostro, tu pelo, tus ojos… disimulados por esos rayos de Zeus que has infiltrado en tu fisonomía” expresa asombrada Mariana ante una pintura que hacía zoom sobre determinados rasgos aumentando su tamaño y desfigurando el semblante natural de su propia autora.” Sí, no encontré mejor modelo para representar el dolor” explica indiferente Eugenia mientras se sienta en el sillón a admirar satisfecha la obra concluida

Mariana interesada no despega los ojos del cuadro y como al pasar comenta “Cualquiera que te escucha…” y su amiga retomando la frase responde “…me daría la razón si me conociera realmente. Quizás en mi vida no aparecen dolores físicos pero sí hay dolores internos que como muestra la obra, son como fuerzas poderosas que deforman los rasgos al explotar en la superficie.”

Mariana piensa que su amiga exagera, ella la conoce y no percibe mayores frustraciones que aquellas por las que pasa todo el mundo como el haber perdido sus padres muy joven, el estar separada, el tener que afrontar la gigante tarea de encauzar a sus dos hijos adolescentes. ¿Cuáles serían esos dolores profundos que su amiga manifestaba a través de esa pintura tan convincente? pensaba Mariana y sabía que sólo lo conocería cuando su amiga decidiera expresarlo, pues preguntarle directamente, sería tiempo perdido.

Por fin se despidió, entre intrigada y resignada alabando los logros artísticos que su amiga había logrado en el nuevo cuadro.

Eugenia continuó sentada en el sillón verde, fiel testigo de su amor prohibido, allí solían abrazarse sin esperanzas y sin consuelo. Gruesas lágrimas rodaron por sus mejillas, los sollozos comenzaron a ahogarla. De pronto se puso de pie, se secó las lágrimas de un manotazo, abrió la puerta del armario y dijo: “Ya puedes salir amor, tu mujer acaba de irse.”

3 comentarios:

Rolando dijo...

Hola Gloria!!!
Me gustó mucho tu cuento. Espero seguir leyendo obras tuyas. Muchas gracias por compartirlas.
ROLANDO

Rolando dijo...

Hola Gloria!!!
Me gustó mucho tu cuento. Hay gran calidad literaria en tus obras. Gracias por compartirlas. Espero seguir leyendo trabajos tuyos. Sigue publicando, por favor!!!
Rolando

Gloria dijo...

Gracias Rolando por tu estímulo. Un abrazo
Gloria