Mi boca te conoce
tanto como mis ojos.
A través de ella distingo
cada pliegue de tu piel y cada espacio de tu cuerpo.
Mi boca distingue la tersura
de tus manos, la mínima callosidad de tus pies, la antigua cicatriz de una
rodilla, la lisura de tu vientre y la turgencia de tus pechos blancos.
Mi boca repara en el
lunar caoba de tu cuello, en el brillo de tus labios carnosos y en la ternura
de tus ojos miel.
Mi boca advierte el
fulgor de tu pelo claro y los rizos atrevidos que me enredan los labios.
Mi boca te ve, aún con
los ojos cerrados.
Mi boca te recorre más
que mis ojos y visualiza tu angustia, alegría o emoción.
Mi boca es más fiel
que mis ojos, por ello, para quererte, vivo con los ojos en la boca.