sábado, 22 de mayo de 2010

El campanario


Estaba yo en el campanario de la Iglesia de Santa Eulalia mirando las nubes crecer desde las casas del pueblo, cuando lo vi llegar. Estaba exhausto después de haber subido los 444 escalones. Me mantuve estática en mi lugar de observación y él no reparó en mí.
Sentado con la espalda apoyada  en la pared baja del mirador, recobraba el aliento. No parecía un turista ávido de la emoción visual del paisaje; sino, un sujeto abatido y hasta creí ver gotas de cristal que descendían sin prisa por sus mejillas ajadas, o quizás  era una manifestación de fatiga por el esfuerzo de la subida.
Yo trataba de hacerme invisible. El aspecto del hombre me inspiraba temor y a la vez, un fuerte sentimiento de conmiseración.
Lo vi levantarse con mucho esfuerzo y tambaleante se encaramó a la abertura del campanario. Lo vi abrir los brazos en cruz y adiviné que tenía intenciones de volar. Decidí acompañarlo y juntos nos lanzamos al vacío; mas, como vieja paloma de campanario, rápidamente comprendí que él no había practicado lo suficiente porque un césped tibio y blando lo abrazó con amor y hasta le regaló rojas amapolas que florecieron en el mismo momento de su caída. Qué extraño… no es época de amapolas.

10 comentarios:

Ramón María dijo...

Y es que el volar no es fácil. Y menos cuándo no se quiere agitar las alas.


Un abrazo.

Gloria dijo...

Muy buena reflexión amigo. Por eso no nos olvidemos de volar aunque sea en sueños.
Gracias y otro abrazo.

Steki dijo...

Volar tiene tantos significados, no? Yo vuelo, por ejemplo, porque muchas veces ando por las nubes y también vuelo porque sé despegarme del pasado, por ejemplo.
Lindo post, Gloria.
Besitos,
STEKI.

Ana María dijo...

Un cuento corto que me hizo variar de sensaciones paso a paso: intriga, temor, suspenso, pena, ternura, inocencia. La narradora ha trasmitido muy bien la historia. Y la imagen visual del final, conmueve. Abrazo.

Primavera dijo...

No todos los días se suben 444 escalones para desplegar las alas y lanzarnos en caída libre con paracaídas caseros, debe despertar una hermosa sensación, la misma que ofrece leer este minicuento.

Un abrazo. Otoño.

Rolando dijo...

Los dos últimos párrafos se destacan en calidad literaria. La imagen final, donde la paloma ve amapolas, es insuperable. Llena de ternura y de la pureza de quien no puede entender el insondable dolor de un suicida. Me sumo a los comentarios de Montxu... "volar no es fácil"

Alyxandria Faderland dijo...

Hola Gloria!!!
Si hubiera imitado a una simple paloma, que movimientos hacia, no hubira sido un suicida mas.
Miro tu mapa y veo que esta lleno de visitantes extranjeros, todo un honor!!
Insisto en que me quedo con la humilde paloma.

Gabriel Bevilaqua dijo...

Todo el texto es muy bueno, pero el último párrafo, la manera que se desvela la realidad es impecable. La paloma no sólo le ha dado su voz de narradora al cuento: también le otorgó sus alas.
Y coincido con rolando que la imagen de las amapolas es fantástica (por cierto, ojo debe ser "rojas amapolas").

Saludos.

Omar dijo...

Qué bonito Gloria. Un texto con todos los ingredientes para ser considerado cuento y por ende literatura.
Un abrazo

Gloria dijo...

Steki, volar se compara con libertad y más aún si te despegas del pasado.
Gracias y abrazos.

Ana María, qué buena enumeración de sensaciones. Gracias por ayudarme a descubrirlas.
Un abrazo.

Primavera en Otoño, por las dudas no te aconsejo los "paracaídas caseros".
Un cariñoso abrazo.

Rolando, me encanta tu análisis minucioso y halagüeño. Te agradezco un montón.
Un beso.

Alexandria, es cierto, el suicida debería haber imitado a la paloma pero no debe ser algo fácil de lograr.
Gracias por tu visita y cariños.

Gabriel. tu comentario es muy valioso para mí y mil gracias por hacerme notar mi distracción.
Un fuerte abrazo.

Omar,agradezco mucho sus palabras, "maestro".
Un fuerte abrazo.