jueves, 3 de septiembre de 2009

Marga


Marga mira a través de los altos ventanales la furia de ese mar compinche que conoce todos sus secretos. Ya no hay veraneantes, ya no hay alboroto, alguno que otro caminante pasea por la húmeda arena sorprendiendo a las gráciles gaviotas.

Su casa se halla enclavada en el acantilado y le permite disfrutar de una vista privilegiada.

La caída de las hojas y los vientos fríos traen olas rugientes, cielos pálidos y estados de ánimos grisáceos para Marga.

El otoño de la vida también se refugia en ella y tras esos cristales pasa revista a todo aquello que hizo arder en su interior una chispa de magia en tiempos pasados: una familia pequeña y maravillosa que se diluyó con la ayuda de la muerte y en otros casos, con la distancia; algunos amores que decidieron emigrar aunque se filtran aún en sus sueños como retazos raídos de vetustas emociones.

Y la murga de los años jóvenes se desdibuja en los cristales de su privilegiado ventanal, y se siente sola, muda, agria, gris en su mirador de cielo y agua tras levantar en su alma una égida de paz y soledad, tan sólo invadida por la música. Es con ella que cubre sus huecos, que baja la guardia, que gira y gira hasta quedarse sin aire. Es con la música que se libera de la dama otoñal para redescubrir su espíritu deseoso de vivencias nuevas.

El mar la conoce y la saluda cada mañana, unas veces con garra y otras con placidez de arrullos protectores.

Y se acostumbró a pasar horas mirando sus olas, su arena, sus adoradores. Sabe que el joven de pantalones cortos corre tres veces por semana siempre, sin importarle el frío, la lluvia o el viento. Sabe que la señora entrada en años de equipo oscuro viene sólo cuando hay buen tiempo. Sabe que ese hombre maduro de anteojos, es amante de los perros porque pasea a esos tres Manto Negro y juega como un niño con ellos.

A esta altura del año casi todos los que pasan son conocidos porque los paseantes se reducen a los que viven en los alrededores. Sin embargo esa pareja que se acerca en esta mañana brillante como una gema auténtica, no parece ser del lugar. Marga los mira con atención porque no hay turistas en esta época y menos en este pueblo tan alejado de la civilización. Algo le llama la atención, especialmente de la mujer que cree conocida, dónde la habrá visto, piensa, o a quién se parece. Su forma de caminar, su pelo, el estilo de su ropa y hasta diría que una blusa de un color familiar y también una falda igual a . . . y hasta las mismas botas.

Extrañada e interesada baja rauda una a una cada grada que la separan de la playa, camina decidida hasta alcanzar a la pareja, ya está a la par y cuando con disimulo gira su cabeza, no puede creer lo que ve:¡Esa mujer es idéntica a ella!.

Se agita, se asombra, se espanta, no puede creer. La pareja no la mira, como si Marga no existiera y se dirigen hacia un parador que ella antes no había registrado en sus paseos, -Debe ser nuevo- piensa. Marga decide acercarse y hablarles. Toma coraje y les pregunta la hora pero descubre que no la ven ni la escuchan. Azorada, se dirige al vendedor y tampoco él nota su presencia. –No puede ser, es una pesadilla- grita y los personajes siguen inmutables. – ¿Qué está pasando?- exclama, mirando hacia el mar pero no hay respuesta. Vuelve sobre sus pasos y siente que una guerra de pensamientos se adereza en su interior. Regresa cansada, el clima ha cambiado abruptamente y ahora una opresiva garúa le muerde la cara. Sube agobiada una a una las gradas de su amada guarida y al llegar al último escalón resbala en la roca humedecida por la llovizna, y cae. Rueda liviana, grácil, tiene una sensación de levitar, un amor profundo invade su pecho, se siente feliz, respira aliviada y su conciencia por fin, se duerme.

Marga está frente al gran ventanal, sentada en su sillón favorito, la bota de yeso aprisiona su pierna derecha y sostiene un libro de Kryón[1] en sus manos donde lee:

"Están comenzando a reconocer las personalidades... Piezas y partes de aquellos que llamamos ustedes.

Son piezas y partes de un rompecabezas acerca del cual se estuvieron cuestionando toda la vida.

Muchos la vieron (a esa energía) realmente, y creen que es una energía angelical… una energía de los guías… o quizás de los del pasado. ¿Quién hubiera pensado jamás que podían ser partes divinas de ustedes mismos?"

Marga deja resbalar el libro desde sus manos hasta el regazo y mira con insistencia el mar o más allá del mar.



[1] Libro Kryon 10 “Una nueva dispensación” (Hablando sin rodeos en tiempos de confusión) de Lee Carroll. Pág. 18 y 19

6 comentarios:

Kreski dijo...

con Kryon empezé a descubrir lo que era vibrar mas alto y en él y por él aunque se me mezclaba el tema religioso ...me era difícil conciliar sus palabras.
Hoy entiendo y agradezco y la forma es ayudándonos entre todos a elevarnos también.
Un placer ...un honra tu visita
un abrazo de luz...desde la luz

Rolando dijo...

Querida Gloria: No he leído a Kryón, pero coincido con sus palabras. Es más, considero que cuando le hacemos daño a alguien, nos lo estamos haciendo a nosotros mismos. Tal vez todos seamos partes de una gran energía divina y universal... Cariños.

Ana María dijo...

Tu obra empieza en vos y termina en quien la lee. Y cada lector le da su lumbre personal. Así crece tu propia luz. ¡Bravo!
Un beso.

Gloria dijo...

Kreski, que tu misión de transmitir Luz sea cada vez más poderosa.
Cariños

Gloria dijo...

Rolando: Es muy acertado lo que dices: Todos somos partes de la Unidad y todo afecta al Todo.
Un abrazo enorme y gracias por seguir leyendo el blog.

Gloria dijo...

Ana: Gracias por ser tan consecuente con mis escritos y darme ánimo para continuar.
Un beso